domingo, 21 de julio de 2013

"Milana bonita"... La corneja Perico vive en el Camino de Entrena

Hace poco hablé de Antonio, mi vecino de la huerta de abajo, y la verdad es que no va a ser la última vez que lo haga en este blog de bichos, porque es de esas personas que tienen un don especial y parece que los animales le van a buscar.
El chorizo también le gusta a Perico
Veréis, esta vez fue a primeros de Julio cuando, sabedor de lo que nos gustan los animales en mi casa, nos llama: "Venid a ver esto". Cuando Antonio lo dice ... huele a bicho, seguro. Dejamos lo que estamos haciendo y vamos a su huerta, en la que vemos a una corneja, un juvenil, que le sigue caminando, vestida con un frac, de etiqueta, lustrosamente de negro, tras un trozo de chorizo.
La historia de Perico, así la llama, es la que sigue: se lo encontró de pollo, caído bajo un almendro y lo recogió, lo cuidó con su sabiduría de lo que necesita cada animal y lo trajo a su huerta para que volara.
Lo interesante es que los córvidos, familia a la que pertenecen las cornejas, que todo el mundo llama cuervos por su parecido con ellos, aunque estos son más grandes y viven en cortados rocosos, son bastante inteligentes y, en vez de huir despavoridos, suelen frecuentar a las personas que les dan comida y les han criado. En cuanto ví la escena me acordé de Azarías, el personaje que interpretaba Paco Rabal en la película "Los Santos Inocentes", basada en la novela del genial Miguel Delibes, que recorre el campo extremeño con su "Milana Bonita" al hombro, que no es otra que una grajilla, otro córvido un poco más pequeño que la corneja.
Luna e Iris se pusieron muy contentas, porque el vecino le dijo que, si quería, a partir de ahora, Perico iba a estar con nosotros, libre para ir y venir, si de vez en cuando le dábamos comida. Acto seguido se posó en su hombro, en su cabeza y estuvo con nosotros hasta el atardecer, cuando se alejó a un gran almendro de las proximidades, harto de comida y dispuesto a dormir.
Al día siguiente, por la mañana, Perico debió de regresar a nuestra casa y a la huerta de Antonio, pero como no había nadie, vio a Eusebio en su pieza, justo enfrente y se acercó a él pidiendo comida. Se la dió y la corneja se quedó. Aún sigue por su huerta, durmiendo en un gran nogal y yendo y viniendo por el suelo, volando de vez en cuando por el barrio. Si os paseáis por el Camino de Entrena, la veréis entrando y saliendo de su nuevo hogar.

Los cinco pollos de verderón vuelan del nido

Boqueando para soportar el calor
Apenas siete días después y gracias a los sigilosos cuidados de sus papás, los cinco pollos de verderón crecen rápidamente, empluman casi como un adulto y se van del nido... ¡Qué manera de crecer!


"Ya me asomo, soy un curioso..."
Menudo mérito para sus papás, en un año difícil para encontrar alimento por las temperaturas más frescas de lo habitual y las abundantes lluvias, y además junto a la puerta de una casa de "humanos", esos bichos tan peligrosos y de los que hábilmente se escondían para alimentar a sus pollitos fuera de su vista.
"En un par de días me marcho de aquí volando"

El día que volaron no pude hacer fotos porque me encontraba fuera de casa y cuando volví, Azucena y las niñas me informaron: "¡Los verderoncitos se han ido! ¡Ya no están!"
Así que les deseamos buena suerte, la van a necesitar para buscarse  la vida en el campo, es difícil que los cinco la tengan. Nosotros nos sentimos muy agradecidos por haber podido compartir con ellos estos días de crianza.
Aún un mes después, cuando salgo de casa, mis ojos se van, sin darme cuenta, hacia el nido vacío que quedará un buen tiempo de recuerdo.